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“Aceptar la realidad como punto de partida”. Toni Nadal

Para una gran parte de las personas Junio es un mes lleno de luz y de color, el verano se acerca y con el las vacaciones, playa y las tapitas con los amigos viendo el atardecer…para otros sin embargo este mes puede ser un larguísimo tránsito de sudor y lágrimas, sin ninguna duda nos referimos a muchos estudiantes y de rebote a sus familiares más directos. Y es que si por un lado están los que ya solo piensan en viajar, o tumbarse en la playa vuelta y vuelta cual langostino, otros sin embargo comienzan su particular vía crucis por noches en vela intentando estudiar y trabajar todo lo que se debería haber hecho previamente, exámenes, notas, agobios y mucha, pero que mucha tensión.

El final de curso es un sufrimiento para algunos de los que lo pasan, pero que nadie se crea que es un “sufrir silencioso” de repente toda la casa se puede convertir en un “campo de minas” porque si alguien pensó que los nervios por el final de curso solo afectan a los niños y adolescentes es porque no tiene a nadie cercano es esa situación. La realidad es que en cuestión de nervios y angustias, el premio queda repartido entre padres e hijos.

Para este blog rescatamos una charla que ofreció Toni Nadal (entrenador de Rafa Nadal durante muchos años) en ella hay varios conceptos muy interesantes sobre los que nos gustaría incidir en aquellos padres que se enfrentan a los nervios de final de curso, en nuestro animo nunca está hacer spoiler, ¡siempre tenemos como objetivo que vean la charla! Pero les ofrecemos una serie de preguntas previas, invitándoles a la reflexión:

– ¿Conoces bien a tu hijo?

– ¿Sabes en que materias es realmente bueno y en cuales le cuesta más? Es decir, en tu caso ¿aceptas la realidad como punto de partida?

– ¿Le has enseñado a tu hijo que a veces, aún esforzándose mucho, puede que no lo consiga?

– ¿Crees que has logrado durante este curso enseñarle a tus hijos el valor del esfuerzo y el trabajo continuo?

No en pocas ocasiones nos encontramos con madres y padres que viven los periodos de exámenes también como un “tiempo de descuento”, si deseamos que nuestros hijos comprendan el valor del trabajo diario y del esfuerzo que conllevan las cosas, somos nosotros los que debemos mostrárselo sobre todo con nuestras conductas y actitudes.

Un curso dura nueve meses y no es una forma de hablar, es una realidad, nueve meses en los que debemos trabajar con ahínco para que nuestros hijos sean conscientes de que los exámenes no se aprueban con las empolladas de la noche previa (o no deberían), de que las excusas no nos hacen lograr nada y sobre todo que uno debe ser consciente de lo que es, de cómo es y a partir de su realidad “luchar” por superarse cada día.

Dicho esto, nuestros mejores deseos para el final de curso, ¡ojala todos los esfuerzos se vean recompensados como merecen!




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